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martes, 5 de marzo de 2013

Tiresia




(Francia / Canadá, 2003)

Director: Bertrand Bonello

Intérpretes: Laurent Lucas, Clara Choveuaux, Thiago Telès, Célia Catalifo.







Bertrand Bonello es un director de una elegancia exquisita. Ello no impide que sus películas resulten tan bellas en lo formal como perturbadoras en su contenido. Esta fue la primera película que vi del autor de Casa de tolerancia y me removió profundamente. En ella, Bonello se apropia del mito de Tiresias para vestir la historia de un transexual brasileño secuestrado por un cura perturbado y obsesionado con la estética.

            La película tiene uno de los inicios más memorables que recuerdo haber visto en una sala de cine: unas bellísimas imágenes de lava ardiente, que son muy apropiadas para introducir esta fábula sobre fuerzas telúricas como la pasión, el sexo, la violencia, la inevitabilidad del destino y la inseguridad que nos supone desconocer el futuro o conocerlo y no poder hacer nada por cambiarlo. Sobre ellas, como guinda, el allegretto de la 7ª sinfonía en La mayor de Beethoven. El conjunto en una buena pantalla de cine es de una belleza tal que casi induce al llanto. Aquí os lo dejo para que lo disfrutéis, aunque sea en baja resolución.



            Tiresia tiene dos partes claramente diferenciadas: el secuestro (Tiresia mujer) y el cambio de vida del personaje tras su liberación (Tiresia hombre). La primera es mucho más inquietante y es sobre la que se sustenta la película, pero ello no quiere decir que sea un filme irregular. La trama se sostiene hasta el final.

            No es una película fácil (como muchas otras de Bonello, por otra parte). Pero si te llega, es cautivadora, en el sentido de que te hace cautivo y no te suelta. He tenido el placer de sincronizar sus subtítulos en tres festivales diferentes y nunca me ha decepcionado. Es una película dura, tristísima, violenta, incluso desagradable (la escena en la que Terranova deja ciega a Tiresia me pilló desprevenido la primera vez, las otras dos reconozco que cerré los ojos). Sin embargo, no puedo evitar recordarla a menudo.

            En fin, una película con la que el cine se reconcilia con su condición de arte. Una joya para minorías de las que seguro que más de uno de los lectores de este blog formáis parte.




miércoles, 6 de febrero de 2013

Le grand voyage








Francia / Marruecos / Bulgaria / Turquía , 2004.

Director: Ismaël Ferroukhi

Intérpretes: Nicolas Cazalé y Mohamed Majd.

Cliente: Savinen.




Como su propio nombre indica, esta película habla de un gran viaje. Ese gran viaje que todo devoto de Mahoma debe hacer a La Meca, al menos, una vez en su vida. Un anciano marroquí emigrado a Francia, cuyos hijos han nacido y se han criado en dicho país, decide emprender el camino cuando su reloj interno le dice que no le queda mucho tiempo. Quiere hacerlo en coche, pues se adquiere más mérito cuanto más lento o costoso es el medio de transporte. Como él no sabe conducir y a su hijo mayor, que iba a ser su chófer, le han quitado el carné por conducir borracho, convence, o más bien debería decir obliga, a su hijo menor, Reda, para que sea él quien le acompañe.


      Reda acepta, persuadido por su madre y por la voluntad inflexible de su padre. Lo hace a regañadientes, porque el viaje se interpone con su examen del BAC, la selectividad francesa y, sobre todo, porque le separa de una chica con la que mantiene una relación en secreto.


      Con un coche ruinoso, salen una mañana soleada de la banlieu. El padre es un árabe muy devoto y tradicional, parco en palabras. El hijo viste a la occidental, bebe, es agnóstico y se lleva mal con su progenitor, al que considera una carga y una antigualla. Con estos mimbres, Ismaël Ferroukhi trenza una road movie islámica que tendrá como elemento principal el conflicto generacional y la tensión entre los dos personajes.


      La película es emocionante y divertida a partes iguales, los diálogos están muy bien construidos y el guion no hace aguas por ningún sitio. Y además, está el viaje en sí, un fantástico peregrinaje por Europa: Francia, Alemania, Bulgaria, Turquía... y por Asia, hasta llegar a la Meca. El viaje en línea recta por la geografía se complementa con el trayecto sentimental de los viajeros, a trompicones y con rodeos, desde los extremos ideológicos que representan padre e hijo hasta alcanzar un terreno medio en el que sea posible el entendimiento mutuo.

Los duchos en la lengua de Molière la podéis ver, sin subtítulos, aquí.

viernes, 1 de febrero de 2013

Un dimanche à Pripiat





(Francia, 2006)
Directores: Frédéric Cousseau y Blandine Huk.
Cliente: Savinen
Pudo verse en: Documentamadrid 2007.

A raíz de leer este excelente artículo del fenomenal reportero Jon Sistiaga y fotos de Alfonso Cortés-Cavanillas en El País Semanal, recordé este cortometraje documental que obtuvo el segundo premio del jurado en Documentamadrid 2007. Prípiat es la ciudad que se construyó en el norte de Ucrania para los trabajadores de la central de Chernóbil. Tras el accidente, fue evacuada en 36 horas... para siempre. Lo que queda es una ciudad fantasma reconquistada por la naturaleza y los bichejos.
            El documental tiene una primera parte con imágenes tomadas en la zona de exclusión, y es la que resulta más impactante. Fotogramas que bien podrían ser el escenario de cualquier distopía apocalíptica. La música, inquietante mas no abrumadora, y el murmullo del viento en esta ciudad abandonada de la que la herrumbre y los matojos han hecho patria, acompañan las visiones de un mundo con el ser humano, ya no ausente, sino que no está tras haber estado, lo cual es mucho peor. Prípiat es un espacio lleno de escombros y objetos en desuso y vacío de vida humana. Todo un monumento a la burricie de una especie empeñada en destruirlo todo a cambio de un supuesto progreso. Imágenes de devastación que te devastan el ánimo.
            O quizá sea que mis lazos de parentesco me ligan mucho a un pueblo de Valencia que, en caso de que algo similar ocurriera en la Central Nuclear de Cofrentes, correría el mismo destino que Prípiat. No me puedo imaginar lo que supondría para mi padre o para mi mujer que de la noche a la mañana les comunicaran que no pueden volver a ver el valle en el que nacieron, o tener que explicarle a mi hija que es letal pisar la tierra de sus abuelos. Y todo, ¿para qué? ¿Para esto? No considero que merezca la pena.
           

martes, 11 de diciembre de 2012

Gimme Shelter




EE. UU., 1970

Directores: Albert Maysles, David Maysles y Charlotte Zwerin.


Pudo verse en: Documentamadrid 2005 / Almay! 2008 / In-EditBeefeater 2012.



Este es un documental para traducir de rodillas, con la reverencia que se debe a los clásicos y las obras maestras. En principio, es una película sobre la gira estadounidense de los Rolling Stones de 1969, que culminaría con un concierto gratuito en Altamont en diciembre. Pero por los hechos trágicos que allí sucedieron y el contexto histórico, es mucho más que eso.

      Me explico: la masiva respuesta del público ante la convocatoria de un concierto gratuito de los Rolling Stones y bandas invitadas en el circuito californiano de Altamont desembocó en un caos que, como queda claro en varias ocasiones a lo largo de la cinta, se les fue totalmente de las manos a los organizadores. A ello se sumó el reparto indiscriminado de dosis de LSD adulterado y la brillante idea de contratar a un hatajo de Ángeles delInfierno camorristas y con la mano larga como personal de seguridad.

      La cinta tiene una primera parte que muestra actuaciones de la gira de los Rolling, grabaciones en carretera de repertorio nuevo y las negociaciones del abogado Mel Belli para conseguir un espacio en el que la banda pueda dar el concierto de despedida de la gira. La segunda parte es el concierto en sí, que comienza con escenas idílicas de los hijos de las flores pasándolo en grande.


      Ya durante los primeros conciertos, de The Flying Burrito Brothers y Jefferson Airplane, empiezan a aparecer algunos cuelgues monumentales entre miembros del público, lo cual aprovechan los Ángeles del Infierno para repartir una colleja aquí un varazo allá, a músicos incluidos, e ir calentando el ambiente. Cuando, ya de noche y con mucha gente de mal viaje, los Rolling Stones salen a tocar, tienen que interrumpirse varias veces ante las continuas agresiones de los Ángeles a miembros del público. Hay una sensación de tragedia inminente en el aire que culmina cuando un motorista apuñala a un joven negro y lo mata.

      1969 fue un año que marcó el fin del breve sueño hippie. Si los asesinatos del clan Manson le dieron la estocada en verano, el trágico concierto de Altamont le da la puntilla en diciembre. Eso está recogido en esta sublime cinta, cuyas imágenes finales, vistas bajo ese prisma, adquieren una amarga pátina alegórica: el apuñalamiento de la inocencia a manos de la violencia. Y hasta hoy.