miércoles, 28 de noviembre de 2012

Martyrs




(Francia / Canadá, 2008)
Director: Pascal Laugier.
Intérpretes: Morjana Alaoui, Mylène Jampanoï y Catherine Bégin.
Cliente: Subtitula'm / Savinen

Esta entrada podría titularse: "¿No querías caldo? Pues toma tres tazas (o cuatro)". Como de niño era un cagado, las pelis de miedo me granjeaban noches en vela donde el mero hecho de levantarme para ir al lavabo se convertía en una experiencia aterradora. Aun así, mostrando a edad temprana mi tendencia a arrimarme a lo que no me conviene, cada vez que ponían una en el cine del pueblo, allá que iba, solo o acompañado.
             Con los años, los miedos infantiles se fueron atemperando y pude seguir disfrutando del género sin los daños colaterales: que los monstruos y asesinos de la pantalla se me colaran en el bolsillo al salir del cine y estuvieran dándome la tabarra durante semanas. Y a fuerza de ver vísceras y trepanaciones y sustos morrocotudos, uno se va curtiendo y se cree que ya tiene una coraza para lo que sea.
            Y entonces te toca pasar Martyrs recién desayunado a las 9.30 en el Teatro Principal de Donosti, que ya da bastante miedo por sí solo, y no dejas la coraza perdida de bilis y café con leche porque Shiva no quiere. No es que Martyrs sea una película que dé mucho miedo, que también, a ratos. Es que es desagradable hasta decir basta. Todo el rato.
            Básicamente, y sin destripar la historia, pecado aún más mortal si cabe en una peli de terror, Martyrs trata de pobres chicas desvalidas en manos de exquisitos desalmados que las someten a todo tipo de torturas por motivos supuestamente trascendentales. Se lo hacen pasar mal. Pero mal, mal, mal. Y tú, ahí, de convidado de piedra en el banquete de sangre matutino, con el dedito temblando sobre el teclado y el cruasán atravesado en la glotis.
             Pero todo acaba, afortunadamente, y tras hora y media de gritos desgarrados, hostias como panes en Dolby Surround y un rosario de tropelías inenarrables contra el cuerpo humano, salen los créditos y dices: "Por fin. Espero no ver esta salvajada nunca más". Pero te toca otro pase al día siguiente. Y cinco meses después te vas al Festival de las Palmas y te la cascan en el maratón de La Noche más Freak. Y vuelves a Donosti en septiembre y te la vuelves a topar en el ciclo La Contraola: novísimo cine francés. Pues eso: si no querías caldo, cuatro tazas. Para que luego digáis alguno y alguna que me lo paso en grande con mi trabajo. De miedo. Me lo paso de miedo.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Glastonbury After Hours: Glastopia



(Reino Unido, 2012)
Director: Julien Temple.
Pudo verse en: In-Edit Beefeater 2012.

Julien Temple vuelve al festival de Glastonbury para grabar un documental menos largo y ambicioso que aquel que comentamos aquí. Casi podría considerarse Glastopia como un complemento de Glastonbury, que podría comercializarse como extra en ediciones deluxe de este último. Si el hermano mayor glosaba a lo largo de 138 minutos la historia del festival y se centraba en grandes momentos vividos en los escenarios principales, el menor cuenta, en 85, lo que se cuece en la zona alternativa del recinto: una ciudad aparte cuyo embrión fueron los nómadas o travellers (mitad punkis mitad hippies itinerantes) que buscaron refugio en los terrenos de Michael Beavis cuando la policía thatcheriana los sacó de Stonehenge a porrazo limpio en los 80.
      Para ver el documental conviene saber que está financiado por el propio festival, por lo que muy crítico, si procediera serlo, no va a ser. Pero tampoco hace falta, porque lo que ofrece Glastopia es la inmersión en una realidad paralela donde todo está hecho para el goce de los sentidos. Un espectáculo de tres pares de narices que deja el Anti-Fib y el Sonajero a la altura del betún, y si no lo creen, vean las imágenes del vídeo anexo.



      Y todo ello con el savoir-faire que siempre ha demostrado Julien Temple para retratar la cultura musical popular y sus aledaños y capturar en sus fotogramas fragmentos congelados de una juventud efervescente e irrepetible. Un caramelo delicioso, un capricho que, tras el monumental trabajo de Glastonbury, Temple se ha dado el gustazo de hacer. Y nosotros, de fliparlo a pie de butaca.

martes, 6 de noviembre de 2012

Akadimia Platonos



Grecia / Alemania, 2009
Director: Filippos Tsitos.
Intérpretes: Antonis Kafetzopoulos, Anastasis Kozdine, Yorgos Sousex y Kostasd Kopronaios.
Cliente: Subtitula'm.



Al leer el otro día esta noticia, recordé esta película, que trata en clave de humor un tema que no tiene ni puta gracia, como es la xenofobia. En Akadimia Platonos, Stavros, un tremendo cuarentón fracasado, fan de Status Quo, separado y que convive con su madre senil, abre cada día su tiendita en un cruce de Atenas. Su existencia y la de sus lamentables colegas se basa en el amor al fútbol y el odio hacia los inmigrantes, especialmente los albaneses, aunque el pasado y sus confusos orígenes le tienen preparada una sorpresa.
      Akadimia Platonos es una película inteligente, con un humor rayano en el absurdo que pone en evidencia la irracionalidad y falta de lógica del ser humano que se empeña en poner muros de separación entre la que considera su tribu y el resto del mundo. Y es que, a menos que las posteriores generaciones lo enmienden, venimos demostrando, con honrosas excepciones, que somos una especie de lo más gilipollas, que busca la gregaria y ficticia satisfacción de creerse especial basándose en unas costumbres, un trozo de tierra, unas banderas o un equipo de fútbol.
      Estas actitudes simiescas son parodiadas sin excesiva acidez y con gags efectivos en el retrato de estos tres solemnes paletos, más entrañables y mucho menos peligrosos que los ideólogos de Aurora Dorada. Como para explicarles a los unos y los otros, a los tontos útiles y a los populistas de mente podrida que los manipulan, que todos somos uno y uno somos todos. Qué pereza.