domingo, 20 de marzo de 2011

Nostalgia de la luz

Francia / Alemania / Chile, 2010
Cliente: Subtitula'm / Savinen


 Nostalgia de la luz es una película sobre astronomía. También sobre arqueología, y sobre cómo ambas disciplinas trabajan con un mismo concepto de memoria desde perspectivas muy diferentes. Pero, sobre todo, es una película, precisamente, sobre la memoria de los desaparecidos en la dictadura de Chile, muchos de ellos supuestamente enterrados tras su tortura y asesinato en el desierto de Atacama, el más seco del planeta, observatorio privilegiado de la bóveda celeste y baúl del tesoro de las civilizaciones precolombinas. Sobre el inmundo Pinocho y sobre la ocultación de los crímenes de las dictaduras ya escribí sendos textos en mi otro blog, aquí y aquí. Es, por tanto, un tema que me interesa mucho, y quizá por ello no sea imparcial al afirmar que Nostalgia de la Luz es una de las películas más alucinantes que he visto desde hace tiempo.

No en vano la firma Patricio Guzmán, maestro de documentalistas, autor de maravillas tanto en peso fílmico como en carga humanitaria como Salvador Allende o La batalla de Chile. Precisamente, Nostalgia de la luz me parece una obra de madurez que contiene algunas de las líneas maestras de la cinematografía de este chileno universal: la denuncia, sin dramatismos ni histerias pero con digna perseverancia, de los crímenes contra la humanidad que se cometieron en su país y que no merecen, no pueden, ser olvidados, de la que la citada La batalla de Chile sería ejemplo máximo; y su rico imaginario y fascinación por el ingenio humano, que aparece en obras ¿menores? como la deliciosa Mi Julio Verne.
Mi primer encuentro con esta joya del documental fue en el último festival de Donosti y me cogió por sorpresa, pues me tocó pasarla en el Kursaal a primera hora de una tarde entre semana, y lo que prometía ser un pase quizá soporífero por las horas y un tema a priori poco llamativo, se convirtió en una experiencia arrebatadora que nos dejó a todos con el ánimo encogido. Después, tuve la suerte de que volviera a cruzarse en mi camino, pues me encargaron la traducción de los únicos dos minutos de la película donde un personaje habla en inglés, y pude volverla a disfrutar en casa, con la intimidad y la tranquilidad que exige tan delicado documento. Para el vídeo he escogido un extracto quizá menos emocionante que otros, pero que resume perfectamente el objetivo de la película: fundir astronomía, arqueología y memoria en un ejercicio de sabiduría fílmica poco habitual en estos tiempos que corren.



jueves, 3 de marzo de 2011

Dirty Diaries


 
Suecia, 2009
Productora: Mia Engberg (varias directoras).
Cliente: Primetext



Cuando le comento a gente que acabo de conocer a qué me dedico, nunca falta el bromista que pregunta si doblo películas porno (profesión mítica que despierta una curiosidad y morbo quizá solo igualados por la de sexador de pollos). Una vez explicado que yo no doblo películas, sino que las subtitulo, debo decir que no es lo habitual, pero no puedo afirmar que nunca haya tocado el género.
Dirty Diaries, sin embargo, no presenta pornografía al uso. Para empezar, está financiada (!) por el Instituto Cinematográfico de Suecia (una vez más, qué gran país). Además, es un compendio de cortometrajes de tema sexual que van desde la pornografía explícita hasta piezas cercanas al videoarte. Para terminar, todos los cortos están dirigidos por mujeres feministas, con su manifiesto y todo, lo cual propicia una frescura en cuanto a temas y planteamientos y evita la habitual plasmación de fantasías pajilleras masculinas que lastra el género.
Como suele pasar en el cine porno, Dirty Diaries tiene pocos diálogos, y de hecho solo fue necesario subtitular tres de los cortos: Body Contact, de Pella Kågerman, el más narrativo, donde dos amigas quedan con un chico por un chat para que una de ellas tenga con él un encuentro sexual que será filmado por la otra; Phone Fuck, de Ingrid Ryberg, que reproduce una conversación caliente entre dos amantes lesbianas que se masturban a ambos lados de la línea telefónica; y Flasher Girl on tour, de Joanna Rytel, un corto a mi parecer bastante chorra protagonizado por una insufrible exhibicionista femenina de Gotemburgo, alter ego de la directora.
Como no podía ser de otra manera, el corto que encontré más interesante no estaba entre los que tenía que subtitular (sí, sí, me tragué la película entera, uno es un profesional). La pieza se llama Red like cherry, la dirige Tora Mårtens, y es un poema visual que casi nada muestra y todo sugiere, dando una lección de cómo hacer un corto de sexo tan excitante como atractivo visualmente sin caer en la zafiedad. Por cierto, que la anécdota de este encargo la protagonizó el responsable de producción de Primetext, que me escribió bastante azorado por la naturaleza de la película, preguntándome si me iba a sentir cómodo visionándola, hasta que le dije: "Tranquilo, a mí me incomoda la violencia, no el sexo". Y es que el cine no es ajeno a la hipocresía de la sociedad, y causan más escándalo los cuerpos desnudos que las tripas sobre el suelo, otro ejemplo más de que estamos enfermos y ni siquiera nos damos cuenta.