Francia, 2011
Director: Bertrand Bonello
Intérpretes: Noémie Lvovsky, Hafsia Herzi, Céline
Sallette y Jasmine Trinca.
Cliente: Subtitula'm.
Pudo verse en: Festival Internacional de Cine de Gijón.

La casa es una prisión y un escondite. Una prisión para
quienes precisamente le dan vida, las mujeres que cada noche se entregan como
sumidero de los bajos instintos de la burguesía. Un escondite para el lamentable
tapiz de petimetres, orondos aristócratas y casposos caballeros que conforman
su clientela. Es también un campo de juegos. De juegos perversos que pueden
dejar heridas bien visibles que duran de por vida. Y de las mentiras que
conducen a ellos.
La película, que no es corta, transcurre prácticamente
entera entre esas paredes, en esa atmósfera de penumbra, de humo, de vapor
malsano, de laxitud y casi narcosis, de saliva y fluidos y susurros que
conforman un mundo hermético, que existe pero que está en este, solo que
cerrado en sí mismo, al abrigo de la mayoría de las miradas. Por la fecha, uno
intuye el vértigo finisecular que debe recorrer la sociedad que bulle a las
puertas del burdel como un chasquido eléctrico. Pero adentro todo parece
detenido, estancado, a punto de enmohecer, moviéndose sinuoso y a cámara lenta
como una exhalación de opio. Es el siglo XIX que obstinado se resiste a dejar
paso a otro que, aunque entonces no se sabía, resultaría mucho más terrible. La decadencia disfrazada del burdel es el espejo metafórico de la decadencia descarnada de la sociedad que lo cobija.
L'Apollonide, de excelente factura estética, gana aún más
enteros con la fotografía. Parece que asistamos a la animación de un cuadro de
Degas o de Toulouse-Lautrec. Pese a que obtuvo críticas tibias y a que el añadido final (quien la vea sabrá de qué le hablo) desmerece el conjunto, servidor acabó
la proyección quitándose de nuevo el sombrero ante Monsieur Bonello.