Francia, 2011
Director: Bertrand Bonello
Intérpretes: Noémie Lvovsky, Hafsia Herzi, Céline
Sallette y Jasmine Trinca.
Cliente: Subtitula'm.
Pudo verse en: Festival Internacional de Cine de Gijón.
Esta semana os quiero comentar la otra película que he
visto de Bertrand Bonello, el director de Tiresia, a la que dediqué la anterior
entrada. Con alma de esteta y pertrechado de un excelente trabajo coral de sus
actrices y una fantástica ambientación fotográfica, Bonello nos invita a pasar
el último año del siglo XIX en un burdel parisino. Una "casa de
tolerancia" donde se toleran vicios que fuera de la misma se censuran férreamente.
La casa es una prisión y un escondite. Una prisión para
quienes precisamente le dan vida, las mujeres que cada noche se entregan como
sumidero de los bajos instintos de la burguesía. Un escondite para el lamentable
tapiz de petimetres, orondos aristócratas y casposos caballeros que conforman
su clientela. Es también un campo de juegos. De juegos perversos que pueden
dejar heridas bien visibles que duran de por vida. Y de las mentiras que
conducen a ellos.
La película, que no es corta, transcurre prácticamente
entera entre esas paredes, en esa atmósfera de penumbra, de humo, de vapor
malsano, de laxitud y casi narcosis, de saliva y fluidos y susurros que
conforman un mundo hermético, que existe pero que está en este, solo que
cerrado en sí mismo, al abrigo de la mayoría de las miradas. Por la fecha, uno
intuye el vértigo finisecular que debe recorrer la sociedad que bulle a las
puertas del burdel como un chasquido eléctrico. Pero adentro todo parece
detenido, estancado, a punto de enmohecer, moviéndose sinuoso y a cámara lenta
como una exhalación de opio. Es el siglo XIX que obstinado se resiste a dejar
paso a otro que, aunque entonces no se sabía, resultaría mucho más terrible. La decadencia disfrazada del burdel es el espejo metafórico de la decadencia descarnada de la sociedad que lo cobija.
L'Apollonide, de excelente factura estética, gana aún más
enteros con la fotografía. Parece que asistamos a la animación de un cuadro de
Degas o de Toulouse-Lautrec. Pese a que obtuvo críticas tibias y a que el añadido final (quien la vea sabrá de qué le hablo) desmerece el conjunto, servidor acabó
la proyección quitándose de nuevo el sombrero ante Monsieur Bonello.
Por lo que dices la fotografìa es los mas importante de esta obra. Tomo nota para verla.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Pues nada, habrá que buscarla, me causa curiosidad lo que cuentas de ella...
ResponderEliminarQue buena pinta tiene.
ResponderEliminarSaludos.
A mí me produjo una sensación de cierto asco, que supongo que en parte es lo que busca el director. No disfruté excesivamente su visionado, ya que supongo que sentí la claustrofobia, la desesperación e incluso la nausea que a veces sienten sus protagonistas, pese a esa bella estética con que está rodada la película. Pensado, seguramente es un mérito. En su momneto, salí del cine sin demasiada pasión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Fus:
ResponderEliminarYo no diría que es lo más importante, pero sí uno de los pilares de la película.
Marga y Toro:
Como esta sí se estrenó en salas comerciales, será más fácil de encontrar.
David:
La sensación claustrofóbica, pegajosa, sudorosa, es sin duda transmitida por una película que huele a cerrado, a agrio y a moho. Creo que es lo que Bonello quiere transmitir, un siglo gastado, viejo, que se cierra, para abrir paso a otro que será igual o incluso, y de hecho lo fue, peor, pero que al ser nuevo, al menos en su inicio, sirve para abrir ventanas y airear.
Tiene pinta de estar perfectamente ambientada.
ResponderEliminar